La escritura de un arreglo coral en muchas ocasiones está supeditada a la dificultad a la que pueden aspirar los cantores, tanto como agrupación como individualmente. Aunque el objetivo muchas veces puede buscar el lucirse técnicamente, hay otros casos en los que el objetivo es el aprendizaje, la mejora del conjunto o simplemente el hacer música juntos y pasarlo bien con ello.
Teniendo esto en mente, hoy os traemos unos consejos a tener en cuenta a la hora de escribir un arreglo que pretende ser sencillo y lúdico sin renunciar a la calidad y a la musicalidad.
1. Presta atención a las tesituras de tu arreglo
Es crucial conocer la tesitura en la que nuestro coro canta cómodamente. Cada agrupación es única, con un timbre y un empaste diferentes, bien sea debido a las voces de que disponemos (quizás nuestros tenores no llegan muy agudo, pero sí nuestras sopranos), a la formación de los y las coralistas, al tiempo que dedicamos a la técnica vocal, etc.
El arreglista debe tener todas estas consideraciones en mente y ha de tratar de reflejarlas en su arreglo, generalmente no recurriendo nunca a las tesituras extremas (tanto hacia el grave como hacia el agudo) y sabiendo qué tipo de técnica vocal emplearán los cantores según el registro. Por lo general, un arreglo sencillo en cuestión de tesituras trata de no exceder la octava para cada voz, en su registro medio.
Un ejemplo para la cuerda de sopranos: un problema habitual en muchos coros es que no consiguen realizar cómodamente los agudos, por lo que, en nuestro arreglo, evitaremos subir más del Do4-Re4. Sin embargo, hay coros en que las sopranos están más cómodas cantando en registros medios/agudos que en sus graves, pues utilizan voces más impostadas; en ese caso trataremos de no escribirles nada más grave que el Do3-Re3.
Otro ejemplo es el de los tenores: en muchos coros, esta cuerda está compuesta por hombres que se sienten más cómodos en una tesitura de barítono. En este caso, nuestro arreglo debería adaptarse a esta circunstancia, no excediendo el Do3-Re3 por el agudo.
2. Procura la sencillez técnica y de oído
Muchas de las dificultades de una pieza también tienen que ver con el desempeño del oído: la afinación, la entonación de intervalos complejos, el empaste de acordes disonantes, etc.
Si queremos que nuestro arreglo sea sencillo de interpretar hemos de renunciar a las dificultades técnicas para la voz y para el oído. Si necesitamos usarlas, que sea en momentos puntuales.
En nuestras melodías trataremos de simplificar las agilidades y adornos que podamos encontrar, habiendo casos en los que necesitaremos readaptar la melodía y cambiar sus notas (sobre todo si esta es instrumental o técnicamente muy exigente). Habrá ocasiones en que tendremos que bajar la velocidad o transportarla.
En nuestros acompañamientos dentro de la misma voz evitaremos escribir grandes saltos vocales, sobre todo si son seguidos, y en la misma dirección. Descartaremos intervalos complicados para el oído (generalmente los aumentados y disminuidos, e intervalos grandes). Trataremos de que no se creen muchas disonancias armónicas (sobre todo las que son difíciles de abordar en la línea melódica de la voz que realiza dicha disonancia), y procuraremos disponer los acordes de tal manera que sean sencillos de afinar y empastar. Todo esto implica que habrá ocasiones en que tengamos que simplificar la armonía de nuestro arreglo.
3. Crea un acompañamiento que ayude
En muchas ocasiones, el contar con un buen acompañamiento es una grandísima ayuda que garantiza el éxito de una interpretación. El acompañamiento nos ayuda con cuestiones de tempo, de afinación, de escucha y de balance. Contar con un acompañamiento descarga del peso armónico al coro, cosa que permite el uso de más silencios para descansar y un reparto más democrático de la melodía entre todas las voces (de esa manera, los bajos no tienen que estar toda la canción haciendo pom-pom).
También permite crear más dinámica, no renunciar a armonías más complejas y disonantes (incluyendo modulaciones) y genera una sensación de complejidad global aunque las líneas vocales se mantengan sencillas.
Como arreglistas podemos ser muy creativos con el acompañamiento, y, de alguna manera, «cargarle» la dificultad que no podemos ponerle a los cantores. Generalmente escribimos para piano y no cuestionamos esta premisa, pero una manera de dar originalidad a nuestro arreglo sin renunciar a su sencillez vocal puede ser escribir para otra plantilla instrumental: una guitarra, un arpa, un cuarteto, añadir percusión y bajo, un ensemble, o, ¿por qué no?, un backing track.
Por otro lado, la escritura del acompañamiento debe, además de sumar al conjunto, ayudar a los coralistas a cantar sus partes. Todo esto, si puede ser, sin renunciar a la musicalidad y a la complejidad que le queramos dar. Técnicas que se utilizan habitualmente pueden ser: doblar las voces (usualmente la melodía principal y el bajo), apoyar las notas que son difíciles de cantar, hacer contestaciones instrumentales que serían complejas de cantar, preparar las posibles modulaciones solo con el acompañamiento, elegir un ritmo que ayude a mantener el tempo de la pieza y que haga evidente la escucha de la pulsación, etc.
4. Ten cuidado con las dificultades rítmicas
Uno de los problemas que tienen algunos arreglos es que los ritmos propuestos presentan una gran dificultad para los coralistas. Ya hemos hablado de las agilidades y la velocidad, y bien es cierto que hay muchos pasajes vocales que son difíciles de cantar, en su vertiente rítmica, por una cuestión técnica. Sin embargo, el problema rítmico al que muchas veces nos enfrentamos en los coros tiene que ver con la lectura y con la coordinación de las diferentes voces.
En este sentido, las piezas que proponen un ritmo complejo suponen una dificultad que en ocasiones supera las anteriores, sobre todo si hablamos de coros amateur. Piezas con cambios de compás constante, con compases irregulares y con ritmos constantemente sincopados pueden ser inasumibles para nuestros coralistas.
Como arreglistas, hemos de tratar de reducir la dificultad en la medida de lo posible, por medio de la simplificación o la reescritura. Hemos de intentar hacerla accesible al coro aunque el nivel de lectura del mismo no sea muy elevado. Por norma general, ante la dificultad rítmica, la regla de oro consiste en escribir ritmos fáciles de leer y en utilizar la repetición para los que son un poco más complejos.
Cuando se trata de compases complejos o «poco habituales», a veces habrá que reescribir: por ejemplo un 6/2 en un 6/8 (porque es un compás al que están más acostumbrados para leer). En otros casos en que no podamos cambiar el compás (o no queramos), podemos tratar de facilitar el ritmo usando pocas combinaciones de figuras, repitiéndolas para que el trabajo sea más eficaz. Además siempre podemos apoyar la lectura con otros recursos (como el uso de audios).
Un caso paradigmático es el de las piezas que teniendo «compases habituales», se nos presentan con ritmos complejos (entre ellos las síncopas, un caso muy común cuando arreglamos música pop). En estos casos, si la pieza original se nos presenta, pongamos, con muchas variedades de síncopas, es importante seleccionar una o dos y utilizar esas siempre en sustitución de todas las demás. Simplificar muchas cosas difíciles a una o dos que se repiten facilita mucho el trabajo para el coro, hace que no confundan dos variaciones muy parecidas.
A veces es irrenunciable la utilización de ritmos complejos, sobre todo si se encuentran en la melodía principal. Sin embargo, esto es diferente en el caso de los acompañamientos. Si el arreglo es con acompañamiento instrumental, una manera de simplificar mucho la rítmica del acompañamiento es con el uso de notas largas (dejando al instrumento que cargue con la complejidad rítmica). Si estamos trabajando en un arreglo sin acompañamiento instrumental, o queremos darle una chispa de ritmo, una fórmula que funciona muy bien es el uso de ostinatos, intentando que sean el mismo para todas las voces (cosa que facilita enormemente la coordinación), o que se combinen con ritmos complementarios fáciles (como notas largas o contestaciones). No menospreciemos tampoco el cantar notas largas para un acompañamiento y darle esa rítmica que buscamos desde una percusión corporal, ya que a veces los ritmos los aprendemos mejor desde el cuerpo y el oído que desde la lectura.
5. Utiliza texturas que facilitan la coordinación coral
Relacionado con la simplificación rítmica está el planteamiento textural de la obra. Hay texturas que suelen necesitar un trabajo más intenso en el ensayo que otras. Suelen ser aquellas que tienen combinaciones rítmicas complejas, como el contrapunto, o las melodías con acompañamientos complejos.
Combinaciones que facilitan el trabajo son las texturas homofónicas, en las que todas las voces llevan un mismo ritmo, lo que permite un trabajo más sencillo de empaste, de colocación de la letra y de respiración. También el que una voz haga melodía y el resto acompañen, bien con notas largas, bien con ostinatos, como hemos dicho, u otra clase de acompañamiento sencillo.
También suelen funcionar muy bien las melodías dobladas a la tercera o la sexta, en las que las dos voces llevan el mismo ritmo, con una misma letra. Que las cuerdas trabajen por parejas es un recurso que suele funcionar muy bien: hacer que voces de mujeres vayan juntas, o voces de hombres vayan juntas, o voces agudas por un lado, y graves por otro, suelen ser recursos interesantes. Cuando dos cuerdas van en pareja, las otras dos pueden callar, pueden acompañar, pueden contestar, pueden imitar, se pueden invertir los papeles entre ellas, e infinidad de opciones más.
Otro recurso que se utiliza con frecuencia son las contestaciones e imitaciones dentro de la melodía original o por medio de algún motivo que hayamos utilizado, siendo esta una manera de introducir el contrapunto muy asequible y que puede producir resultados muy divertidos.
No debemos tampoco olvidar el uso de solos y de unísonos, no solo como herramienta facilitadora de lectura y ensayo sino como recurso expresivo. Podemos decidir poner un solo en una parte especialmente difícil que sabemos que a una cuerda completa le costaría mucho de trabajar, o utilizar un unísono en una sección en la que escribir otra textura complicaría demasiado el estudio. Pero además, estos recursos tienen también un fuerte poder expresivo en cuanto a la densidad, y a enfatizar ciertas partes.
Un uso sencillo de la textura implica también que le demos un valor estructural: que tenga variedad, que sea original, que refleje el plan estructural, pero que dicha variedad no entorpezca. Darle la suficiente variedad hará que los coralistas se diviertan y aprendan cantando la pieza, y que el público disfrute de la misma. Así pues, el coro agradece que seamos democráticos en el reparto de papeles (siempre teniendo en cuenta las características de la agrupación para la que estamos arreglando), y que, si no lo somos, haya un motivo para ello. Por otro lado, el proponer diferentes texturas para una misma sección (por ejemplo, para una estrofa en la que solo cambia la letra) puede suponer una dificultad, pues supone confusiones para la estructura, sobre todo si las propuestas tienen pequeños cambios difíciles de identificar. A veces es más sencillo proponer una repetición literal, o un contraste más grande, o que solo cambie una de las voces, etc.
Esta ha sido una pequeña aportación sobre algunas técnicas para realizar arreglos que sean sencillos de cantar. Te animamos a que leas la segunda parte de este artículo, con otras consideraciones que también son útiles.
Y tú, ¿Qué técnicas añadirías? Déjanos un comentario.