Fase de escucha e ideación
Generalmente hay una primera fase de escucha de la obra original, en la que reconocemos las características generales de la pieza. En esta escucha analítica nos fijamos en aspectos como el tempo, la estructura (nos preguntamos dónde se encuentra la parte climática), las texturas, qué tipo de melodías aparecen, la colocación de la letra, la complejidad armónica, el ritmo y cualesquiera otras cuestiones importantes que identifiquemos. También identificamos las posibles dificultades que podemos enfrentar, aquello que resulta difícil de ejecutar o de montar para el coro (ritmos complejos, armonías de difícil ejecución, saltos melódicos pensados más desde lo instrumental, y, por tanto, poco cantables, etc.).
Al escuchar con atención, comenzamos a tener ideas sobre cómo hacer el arreglo. Si no tenemos unas preferencias, empezamos a pensar en el formato del mismo: en si será acompañado o no, en qué número y tipo de voces se hará, etc. Si ya teníamos una idea previa del formato, condicionamos la escucha a las características que queremos que tenga nuestro arreglo: nos fijamos en las tesituras en que aparecen las melodías, y sus dificultades, e imaginamos grosso modo qué cuerda podría interpretar qué fragmentos de la melodía. También imaginamos la estructura general, y las densidades y texturas que nos interesa tener en cada punto, si será necesario el transporte, etc.
En esta fase imaginativa podemos pensar si queremos hacer un arreglo fiel al original (respetando ritmo, armonía, melodía y estructura) o si queremos trabajar de una manera más creativa, partiendo de la pieza original, pero haciendo cambios en aspectos sustanciales. Usualmente, este segundo tipo de arreglos suelen ser más difíciles de realizar, recayendo su éxito en la pericia del arreglista de identificar qué aspectos son susceptibles de transformar para poder darle un aire nuevo a la obra sin que esta pierda su esencia. La mayoría de las ocasiones, el ámbito por el que apuesta el arreglista es el de la armonía: el arreglo incluye una rearmonización de la pieza original.
Fase de escritura
Una vez esbozada y decidida la idea del arreglo, se procede a la escritura. Esta fase incluye la transcripción de las melodías principales, de la armonía, de melodías secundarias y de otros elementos que nos interese incorporar desde la pieza original (una percusión corporal, un recitado, etc…). También podemos añadir materiales de propia cosecha, si es necesario y si queremos aportar originalidad. Todo este compendio de materiales vamos combinándolos con cuidado, teniendo en cuenta nuestro bosquejo, prestando especial atención a que sean cantables y a que se cumplan nuestros objetivos. En la fase de escritura a veces nos damos cuenta de que algunas de las ideas iniciales que habíamos tenido no son ejecutables o pueden ser sustituidas por otras mejores: conforme vamos escribiendo, vamos reformulando si hace falta.
Fase de revisión
Finalmente, cuando ya tenemos el arreglo escrito, hacemos una revisión de que todo esté conforme a nuestros objetivos. Una buena práctica es tocarnos la pieza entera fijándonos en la armonía, la textura y la estructura; pero también es importante hacer un repaso de la partitura cantando voz por voz, para cerciorarnos que es completamente interpretable y se adecúa a la dificultad. Hemos de comprobar también que la escritura está lista para poder ser interpretada (la letra legible y en su sitio, las dinámicas correctamente colocadas, que no haya erratas en las notas, que las indicaciones de tempo y los números de ensayo estén en su sitio, etc.).